Nacido en Santa María del Páramo (León), estudió Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de Madrid. Comienza su andadura laboral como funcionario del Cuerpo de Ingenieros Industriales del Estado en los años sesenta. Entre sus muchos cargos, cabría mencionar el de ministro de Gobernación (1976-1979), ministro de Administración Territorial (1980-1981) y vicepresidente del Gobierno (1981-1982). En el sector privado destaca su presidencia de Endesa (1997-2002) y Sogecable (2004-2010).
¿Es difícil dejar huella como ingeniero industrial?
Lo cierto es que bien podría decirse que yo soy un ingeniero algo raro. Aunque he tenido responsabilidades políticas cercanas a la Ingeniería Industrial como director general en el Ministerio de Industria o presidente del Banco de Crédito Industrial, la política me ha apartado del ejercicio clásico de la Ingeniería y, también, de mi servicio de la Hacienda Pública, cuya oposición superé en el ahora lejano año de 1964. Pienso, cumplidos ya los ochenta años, que las dos dedicaciones en las que he podido dejar más huella son, en cuanto a la política, el Ministerio de Interior en 1976 y, en el sector privado, la presidencia de Endesa en 1997.
Recuerdo mucho esas dos etapas debido a que han sido las que más me han marcado y considero más significativas a nivel profesional y también personal. Por lo demás, incluso en actividades del sector privado, siempre he creído actuar limitado, venturosamente, por el servicio público.
¿Le han ayudado sus estudios técnicos en los diferentes puestos que ha ocupado?
La política y, en muchos casos, la profesión, no constituyen una ciencia, por lo que consecuentemente no son algo exacto. La verdad es que la Ingeniería me ha ayudado a poner los pies en la tierra, a no confundir pronósticos con deseos, a procurar ser preciso en los valores y en los principios, y a ser flexible en todo lo demás. Puedo afirmar que con seguridad hubiera actuado de distinta manera si mi profesión hubiera sido otra. No así, por supuesto, en mis convicciones profundas.
Creo ser conservador en lo personal, lo íntimo, la familia, la religión. También en el orden. No soy nada resistente al progreso y los cambios sociales, considerándome muy cercano a la solidaridad, la igualdad, a la promoción de los no poderosos. Me sigue emocionando que un hijo de un albañil llegue a ingeniero de caminos.
¿Qué ámbito le ha llamado más del sector empresarial?
Siempre he pensado que las empresas aunque sean privadas, muy privadas, tienen que contribuir también a la solidaridad. No comparto el principio de que la empresa no tiene objetivos públicos a los que servir, ni que el Estado tenga el monopolio del servicio público. Por supuesto que entre lo empresarial y lo político hay diferencias. En la empresa hay una cierta adecuación entre el esfuerzo y el resultado. En la política, dicha adecuación escasea muchas veces.
Por lo demás, en la política se llega a fin de mes sin holguras, aunque algunos, creo que pocos, pero significativos, nos lleven al escándalo. Me parece más complicada la política, al menos la que he vivido. Sin pretender provocar, pienso que cualquier ministro del Interior puede ser presidente de Endesa, mas no cualquier presidente de Endesa podría ser ministro del Interior.
¿Qué consejo daría a los jóvenes recién graduados?
Es difícil ejercer el don del consejo. Quizás, el mejor consejo sea contar mi experiencia, tal y como estamos haciendo ahora. Además, ha pasado mucho tiempo desde que, tras un difícil ingreso, estudié en la Escuela de Madrid. Las ingenierías y la Arquitectura no formaban aún parte de la universidad. La reforma de nuestras enseñanzas en 1957 fue una auténtica revolución. En aquel curso estudiábamos carreras técnicas cerca de cinco mil alumnos. Al inicio de la transición, en 1975, el número era diez veces mayor, llegando a casi cincuenta mil. Supongo que hoy serán muchos más una vez implantados los planes Bolonia.
¿Considera que ha cambiado mucho el perfil de ingeniero industrial?
Los alumnos de Ingeniería y Arquitectura que se graduaron en 1956-57 fueron unos quinientos. En 1975 se llegó a más de tres mil y a finales de siglo a más de dieciséis mil. No bajó, ni muchísimo menos, su nivel. Subió mucho la renta y la riqueza de los españoles en aquellos años. Pero claro, todo ello no hubiera sido posible sin la masa encefálica de nuestros técnicos superiores. Ello fue determinante para la transición política. Me gustaría resaltar otro dato, y es que el número de alumnas que finalizaron la carrera de Arquitectura e ingenierías en el año 2000, dobla al total de alumnas que estudiaban en nuestra Escuelas en 1975.
¿Qué papel juegan los ingenieros industriales en la política?
La política no se compagina en exceso con la especialidad. Hoy los ingenieros, todos, no solo los Industriales, circulan con naturalidad por la política. Son muchos más que en mis tiempos, en calidad y en cantidad. Estamos en todas las instituciones públicas, lo que es muy beneficioso, ya que podemos aportar, insisto, como ya dije, sentido común a raudales, además de un necesario pragmatismo con principios.
Si volviese a nacer, ¿en qué época le gustaría vivir?
A cada uno le toca vivir su época. No podemos elegir nosotros. Por lo demás, la mía, mi época fue singular y excepcional en la historia española.